Pero mi raza era de distinto linaje. Escrito está y lo saben –o lo suponen- quienes se ocupan en leer signos no expresamente manifestados que su austeridad tenía carácter proverbial. Era dable advertirla, hurgando un poco la historia de los derrumbes humanos, en los portones de sus casas, en sus trajes, en sus vocablos.

Rafael Cadenas, Los cuadernos del destierro.

Grâce a la puissance de la lettre tét (t) surgit la lettre vav (v), avec laquelle le ciel est façonné. Et lorsque, s’enfermant  dans le point tenue ll se dérobe en lui, la lettre beit (b) s’illumine.

ZOHAR.

Vínculos del retorno de una imagen.

Leer el cuerpo, la imagen y la escritura, orientados por las letras cabalísticas, convierte la lectura de la textualidad de Robert Brandwayn en una travesía simbólica de aventura personal, semejante a la elaboración del estilo del propio artista quien busca las conexiones simbólicas desde un punto intermedio o punto de contacto entre los significantes propios y aquellas letras cabalísticas universales que le llegan por la tradición familiar de un linaje.

Cuerpos, mapas, itinerarios, documentos, escrituras de la memoria vital se convierten en hilos del velo que debe tejer para vestir textos preferentemente fotográficos y crear nuevas textualidades. Esa creación de nuevas formas induce la intervención fotográfica a partir del velamiento de la imagen, en un estilo que implica tanto la estética, como la exigencia y la prohibición de la representación según las Sagradas Escrituras.

Ese material, sobre todo fotográfico blanco y negro, recibido por el artista como legado familiar exige un tratamiento estético que le permite agregar, un eco simbólico de colores y letras -ausentes de lo fotográfico-, que nos conduce a leer los orígenes del velamiento del estilo de acuerdo al fantasma familiar, imagen parental y patriarcal del linaje cohen (descendientes de Aarón, hermano de Moisés), y a un ideoritmo personal que implica una huella corpórea y afectiva en la elaboración del velo del estilo por el artista Robert Brandwayn.

Entre estilo singular y simbolismo universal

Existen varias entradas a las imágenes de esa comunicación circular que nos propone Robert Brandwayn. Una de ellas es el punto de encuentro entre la individualidad estilística y la universalidad simbólica de los elementos textuales que transforman el sentido limitado y familiar de la imagen fotográfica en una proyección imaginaria colectiva o universal, cuya elaboración cabalística parte de las conexiones simbólicas concretas de letras existenciadoras, que permiten ampliar la escena fotográfica textual y familiar hacia la universalidad.

Ese punto cabalístico de contacto entre singular y universal, femenino y masculino, cielo y tierra, arriba y abajo, que deben encontrar un punto de contacto o de encuentro, está dado por las letras del nombre del artista , las cuales determinarán las formas del estilo con las que trabaja la materialidad del texto integrando la fotografía, la pintura, la escritura y la música.

Tal como aparecen en la kabalah, la b y la t que forman parte del nombre del artistas son letras cabalísticas de conexión entre la letra del principio y del fin de la creación a partir del Verbo Existenciador: la letra tet (t) final del nombre Robert y del alfabeto hebreo y la letra beit (b) inicial de su patronímico  Brandwayn y letra inicial con que se inicia la creación del mundo al no presentarse la letra aleph (a) al llamado del creador en forma inversa al orden alfabético de la tet a la letra aleph, la cual será por su ausencia en la presentación, en consecuencia, la letra totalizadora de todas las letras del alfabeto.

Ese imaginario cabalístico de la letra será uno de los ejes de unión entre la singularidad estilística y la universalidad simbólica al establecer la modalidad el proceso creador-de acuerdo a la kabalah- como integración entre la identidad del cuerpo propio singular y las letras universales. El término Esplendor designa el espacio donde el sujeto puede asir las letras personales que el Verbo Existenciador le ha dado a cada sujeto, como manifestación en la materialidad simbólica y divina de su existencia.

Hay tres ejes claves posibles que nos permitirían esbozar ciertas reglas de lectura según los vínculos simbólicos de Robert Brandwayn en su creación textual, como para postular la idoneidad de una lectura semiótica y cabalística de la textualidad. Esa postulación implicaría la aproximación de la unidad de lectura del lector a la unidad de creación del artista a partir de tres aspectos determinantes en la construcción de la textualidad de la memoria vital: los lugares, las personas y los vínculos.

Lugares.

No hay lugares en la obra de Robert Brandwayn, sino espacios simbólicos fragmentados, construidos y representados  por el nudo de hilos de imágenes entrelazadas a figuras familiares, a colores y a escrituras que forman el velo del estilo.

El lugar es un territorio real y concreto; el espacio, una construcción simbólica a partir de la codificación de un modelo sensible y abstracto, como el sonido y la grafía de una letra que puede oírse y verse sin perder su abstracción.

Las fotografías muestran la ilusión de lugares reales, pero la intervención creadora de Brandwayn transforma el lugar en un espacio simbólico complejo, agregando significantes a la imagen fotográfica en blanco y negro (al velarla, puntearla, rasgarla, erosionarla, colorearla) para adecuarla a la construcción simbólica de los sentidos que se ajusten a las letras significantes de su existencia.

Tampoco existe, entre las imágenes de Brandwayn, una oposición entre el espacio de lo real y de lo imaginario, sino más bien una conexión  de redes significantes imaginarias entre una imagen y otra, donde debemos buscar los hilos vinculantes de lo simbólico que se anudan entre los diversos registros significantes en la materialidad heterogénea: la imagen fotográfica en blanco y negro, la creación plástica colorística y las letras de escrituras en varias lenguas que conforman los textos.

El lugar real no está representado ni siquiera en aquellas fotografías que lo nombran como país, o ciudad o continente existente,  sino que el imaginario de ilusión realista de la fotografía se convierte en una figuración simbólica donde se entrelazan los significantes de diversos sistemas: fotografía, pintura y escritura, para crear la pluralidad de sentidos o polisemia del espacio.

Así, por ejemplo, Mapa III está dividido  en dos franjas horizontales: la de arriba figura un azul cielo o un cielo azul; la franja de abajo (¿la tierra?), una especie de muro destruido donde figuran varias imágenes y grafías: un nicho central hace aparecer la imagen recortada de la fotografía de una mujer;, a la izquierda, una fotografía familiar con tres figuras y; arrinconado a la derecha, la imagen de un joven con un sobretodo oscuro.

Un espacio simbólico e imaginario, fragmentado de imágenes fotográficas, nunca podría ser un lugar  real con esa condensación de significantes de varios registros diferentes, donde un mapa abstracto metafórico entre muro-página-soporte incluye, en el espacio de la creación pictórica, la visión del imaginario fotográfico intervenido y la escritura proyectada.

En ese mapa-muro carcomido, la escritura se explaya como si fuese una página. Ese azul de cielo y ese muro-página-escritura en la tierra toman las cargas simbólicas de la unión de cielo y tierra de la creación, pero también, un sentido de acuerdo a los personajes que, en esos nichos de imágenes de personajes familiares fotografiados, elaboran el mapeado de un afecto que impregna  todo el texto del mapa.

Podríamos señalar los andamiajes lingüísticos en los títulos indicando lugares, sin geografías concretas ni arquitecturas, que figuran bajo formas de mapas (Mapa I, II, III), revelando los sentidos nombrados de  una geografía “mapeada” más que real, abstracta y simbólica de la errancia familiar, posiblemente con marcas del origen y de los desplazamientos.

No obstante, aún en otros textos con imágenes con nombres muy claros de ciudades o territorios existentes, tales como Austrohúngaro, Paríis, Varsovia, América, Europa, no son tampoco lugares ni ciudades reales sino espacios fragmentarios de imágenes fotográficas flotantes con el fin de significar algo del origen de los personajes, de los avatares de la vida y de lo que queda fijado en la memoria vital afectiva con el recurso de la tecnología fotográfica.

Son siempre escenas de personajes familiares que, aunque dotados con anclajes lingüísticos dibujados en la imagen o en los títulos, se pierden en el velamiento y rasgos imprecisos, para ampliar los sentidos del campo de acción de significantes imaginarios en desmedro de una geografía con referencias reales.

Los espacios resultan así tan intermediarios como las imágenes que conforman el cuerpo expositivo, puesto que reúnen cualidades sensibles y visibles de una escena imaginaria, pero siempre la imagen fotográfica queda incompleta y debe encontrar los trazos de la letra orientadora que intervenga la imagen de una manera gráfica o de un dibujo en letra manuscrita, para llenar el secreto de vacíos no leídos o del exceso de sentidos juntos.

Hay que saber tratar la imagen para completar la lectura en su dimensión de todos los sentidos, a través de elementos de todos los posibles anclajes: lingüísticos (nombres), simbólicos (colores de la paleta limitada de blanco y negro de lo fotográfico, junto al blanco, rojo, azul, verde, amarillo, de agregación plástica)  y trazos del dibujo de escrituras para que sostengan el simbolismo necesario del signo que impulse la imagen de la singularidad concreta de la referencialidad del lugar en el espacio-tiempo real a la universalidad del espacio de la letra y del símbolo.

Todos esos elementos integradores de diversas expresiones, junto a incentivos imaginarios, resguardan el secreto de la velación de la imagen: trazos imprecisos, imágenes neblinosas o borrosas, raspaduras, fragmentaciones, colores, letras en otras lenguas y alfabetos, para darle la dimensión simbólica de otros sentidos posibles, místicos o no referenciales de la lectura.

La interpretación se situará entre la referencialidad fotográfica del lugar, los agregados pictóricos y los personajes familiares que establecen las conexiones afectivas y simbólicas, dejando huellas memorables que transforman los lugares en espacios del sentido de la memoria vital, . según una marca o sello de la Torah.

La mayor parte del trabajo creativo de Brandwayn se basa en la transformación de la aparente referencialidad fotográfica de un lugar (Polonia, Varsovia o París) como el punto de abajo cabalístico, en imagen expandida en un espacio de la memoria vital con dimensión simbólica, donde todos los aspectos imaginarios de los significantes agregados a la imagen fotográfica (colores, texturas, escrituras) implican el punto de arriba que se encuentra codificado en el texto.

La elaboración del espacio permite mostrar y resguardar lo que recibió de la tradición de un pueblo de Escritura Sagrada y lo que debe dar en la elaboración de las imágenes de la memoria vital; a partir de un origen y de una historia de desplazamientos y de itinerarios  que dan un asidero real de la aventura y un asidero simbólico del imaginario de la novela familiar de un miembro en la estirpe del linaje de Aarón.

Personas

Los espacios son escenas donde aparecen imágenes de las personas familiares fotografiadas que pasan a ser personajes en la construcción de la escena simbólica. Son personas de recuerdos familiares fijados en fotografías recibidas dentro del legado familiar, donde los mismos rostros aparecen en varios textos de la constelación familiar y del linaje. Los podemos reconocer por sus rasgos, vestidos y accesorios,,  aunque aparezcan bajo el velo de las imágenes y desconozcamos sus nombres.

Así, conforma personajes de escenas en el espacio y en ocasiones en el tiempo (Tablero 1920, París 1935, París 1938, Varsovia 1940, Colombia-Lyon 1950), el color de la representación, casi siempre monocromática, agrega una tonalidad que tomará el sentido de extensión de los cuerpos en un coro energético codificado que se proyecta en imágenes personales y vitales de la memoria familiar.

Polonia será roja; Zelechow, amarilla con barras rojas; Paris 1935 tendrá una velación en  blanco. Cada color agrega el aura de un simbolismo corpóreo de la kabalah y del agregado de tradiciones orientales de meditación en el mapa de chakras  y colores de energías que refractan la selección del color según zonificaciones corpóreas, de acuerdo a acontecimientos resguardados en la memoria de lo fotográfico: si Polonia es roja es porque allí ha nacido la estirpe y en ese color sitúa el artista la raíz vital, según el código de la meditación oriental donde el chakra de la raíz se expresa en ese color.

El color remite al espacio de un secreto ya codificado según marcas vitales, prácticas de meditación y vibraciones energéticas de chakras, que reflejarán como el aura de un cuerpo colectivo en un linaje expuesto a la visión de otros, pero resguardado y protegidos bajo los obedientes ritos prescritos por los intérpretes de las Sagradas Escrituras y de la meditación orientalista.

La imagen de velación en blanco, en Paris 1935, de un mayor grupo familiar que todos los otros, me atrae en su esplendor de una blancura lisa y transparente, una ausencia o prudencia de colorido que supone una pureza, un resguardo casi total de la imagen, un respeto sin casi ninguna intervención del artista, salvo del velo protector que me hace interrogar sobre si esa blancura es el simbolismo que irradia el esplendor de toda la familia junta en paz, en su limpidez ideal y que se convierte, como acontecimiento del recuerdo, en soporte blanco y vacío de lo aparecerá luego como huella en creación de toda la memoria vital. Es como la referencia que han resguardado todos los miembros de la comunidad familiar de algo que los junta, como imágenes de personas pertenecientes a la estirpe que allí aparecen fotografiadas bajo la velación transparente del blanco.

Algunas veces al contrario, la agregación de un trazo de una narración familiar memorable que desconocemos agrega un enigma entre blancura y oscuridad, como la intervención de la fotografía donde nos muestra una imagen de persona escindida, que permite imaginar los caminos de la interpretación de esa disociación claridad y oscuridad en la representación dividida de un mismo rostro que plantea un interés visual en su elaboración misteriosa cuando desconocemos sus conexiones simbólicas, pero que inevitablemente tenemos que recurrir a la interpretación de la Torah para saber lo que pueda significar.

Si comparamos el Mapa III del muro-mapa-página con dos franjas horizontales, ya leído anteriormente con la posible lectura del Mapa II, donde el rostro de la mujer aparece escindido dividiendo el espacio de la imagen en dos mitades, podemos señalar un lado del rostro más claro y el otro borroso y oscuro, siendo el mismo rostro de mujer que aparece más nítido en Linaje II. Ella debe formar parte de una historia familiar que determina la escisión de su imagen cuyo sentido podemos desconocer hasta que lleguemos a la llave del simbolismo para abrir la imagen a la lectura.

La escritura hebraica que se sobreimprime al espacio y a las imágenes de las personas otorga, en ocasiones, la magia de un mapa a la figura humana. La abstrae de ser solo persona y la convierte en personaje reveladora cuando se sobreimprime algo, por ejemplo, en la escisión del rostro acompañado de lo escrito, indicaría el sentido de una lectura unitaria y compleja a partir de los signos de la escritura que desconocemos por el momento. O el lector puede ser libre de interpretar y puede ver, en los espacios en un rostro escindido, todo lo que no llega a abandonarse completamente en el exilio ni llegan a habitarse completamente en la ubicación de los nuevos espacios y que deben buscar un lugar donde ser unificados para superar las contradicciones.

Esa figura femenina que parte la imagen en dos  de Mapa II quien parece revelar esa mitad presencia y mitad  ausencia, mitad claridad y mitad oscuridad, que contienen los signos como representación de la relación presencia-ausencia, parece esencial en el tema de la memoria vital: todo lo que desaparece en presencia y se vuelve signo en representación de la ausencia, como lo simbólico que se recibe y se da en representación.

Al contrario de la imagen anterior, los compartimentos de fotografías (en franjas verticales u horizontales), en diferentes colocaciones dentro de una misma imagen, recomponen la unidad y se reúnen en su composición a través de los signos escritos.

Aparecen las letras de la imagen, en esa lengua matriz que aparece sobrevolar los espacios, las personas representadas y los tiempos desde el origen, hasta llegar al relevo del último representante de la estirpe. Se sirve de las sobreimpresiones y condensaciones de las imágenes en muchas escenas y en diversos espacios a través de las grafías, en comunicaciones circulares de la escritura que conforman las idas y venidas del texto, el dar y el tomar de las creaciones cabalísticas, en las religiones del Libro.

El exilio parece no existir cuando existe esa lengua común en las imágenes que une y separa cuyas grafías flotan en las diferentes escenas de imágenes marcando los rostros de los personajes y las escenas de los espacios.

Esas grafías donde aparecen las letras que se sobreimprime en las figuras de escenas y personajes llegan a completar el sentido de lo que quedaría incompleto en la imagen fotográfica.

Algunas veces podremos leer las imágenes de los personajes sin necesidad de recurrir a lo escrito esa otra lengua y codificado desde lo cabalístico, en una transparencia simbólica de sentidos que atraviesan la imagen velada.

Al contrario, en ocasiones, con otros textos, se hace necesario recurrir a las letras del simbolismo universal que, en escasos momentos, llegan a la feliz coincidencia de existir en semejanza con nuestras letras y en nuestras lenguas  y, además, con la homonimia de los significantes  de la divinidad en todas las lenguas y perfilan las lecturas hacia el buen lado de la interculturalidad interpretativa que permiten acercarnos a la singularidad estilística del sacerdocio en el arte de otra cultura, cuando conocemos los aspectos vinculantes de los procedimientos artísticos.

Vínculos

El estilo de Robert Brandwayn se atiene a explorar artísticamente los vínculos de la memoria vital de la familia, sobre todo en los testimonios de las fotografías legadas, bajo la asombrosa perspectiva de vincular los testimonios de la figuración imaginaria de la fotografía con la simbólica de los textos consagrados de la Torah y de su interpretación cabalística.

Más que la representación de un referente real de lo fotográfico en lugares y personas, a Brandwyn le interesa explorar las vinculaciones simbólicas de esas imágenes con la memoria del linaje aportando los rostros de los personajes en una historia de la estirpe, como miembro presente del linaje que hereda el legado simbólico y que tendrá que circular, renovar en las formas y lenguajes, donde él es el mediador de un paso del pasado al futuro.

Ocupa contemporáneamente la antigua función del sacerdocio de Aarón frente a su hermano Moisés en la tradición bíblica: ser el comunicador o la lengua de quien recibió la Ley Escrita, pero que se expresaba difícilmente. Aarón debía recoger las palabras del hermano Moisés que ha recibido el legado divino y ponerlas en su boca para pasarlas al pueblo de Israel.

En un relevo más contemporáneo en la comunicación de un linaje a partir de la fotografía y otras formas contemporáneas, Robert Brandwayn  explora una reconexión de lo actual y pasado reciente con las fuentes originarias muy lejanas y antiguas para traer los ecos de la mediación simbólica a nuestros tiempos, según las formas adecuadas del estilo: tomar o hacer la recepción de documentos que vienen de los otros del linaje y dar, ya recreada artísticamente la comunicación, el material recibido de sus ancestros que ha sido reelaborado según la singularidad estilística y de las letras cabalísticas, siguiendo los preceptos de la Torah.

Sacerdote y mediador, el arte le sirve a Robert Brandwayn a vincular las imágenes recibidas para vivificarlas en las imágenes y escrituras actuales con el sello de su marca (Brand) que es su estilo en la línea del camino (way) de la de la estirpe.

Los títulos de muchas de los textos de Brandwayn enuncian la reconstrucción de un vínculo donde se supone ha habido una ruptura: Fisuras, Ruptura (I y II), Erosiones y luego de eso que se rompe o fisura, sabe construir el Punto de encuentro (I,II), la Síntesis (I, II, III, IV), la Transición (I, II, III, IV). Es un eco semántico repetido que se escucha e insiste en ser oído para materializar el sentido vinculante de su arte que forma parte del proceso del estilo y de la inducción simbólica de sus letras y de su nombre, según la cábala.

Los espacios y personajes familiares se convierten en figuras vinculantes de una tradición y una historia de separaciones: Lejanía, Volver a empezar, o de sentimientos derivados de esos estados de exilio: Nostalgia, Añoranza, Resiliencia, de manera que una gran parte de los textos invocan títulos que manifiestan ese sentido de ruptura y de vinculación, de fisuras y reconexiones, a partir de un trabajo estilístico de formas contemporáneas que sabe recoger los ecos del linaje para dar cohesión simbólica  a los significantes en su aparente dispersión textual.

Entre la visibilidad e invisibilidad del estilo velado, los textos de Brandwyn atraen la visión del espectador a través del recurso del velamiento de la fotografía que recuerda la presencia ritual de un cuerpo velado: el del sacerdote que entra en el templo de rodillas, el día del perdón, tapado con ropajes y velos para llegar, protegido de la muerte, hasta el sagrado tabernáculo.

El arte de Brandwyn desplaza metafóricamente ese gesto corporal del velamiento sacerdotal hacia el imaginario de su creación textual para proteger al espectador, a lo sagrado y así mismo.

Existen diversas vinculaciones con el velamiento de las imágenes textuales, pero quiero descollar aquellas que considero prioritarias de acuerdo a los procedimientos de elaboración en la Torah.

Un primer espacio vinculante, que se abre desde esa tradición mística, cubre un gesto inicial de la creación simbólica en dos acciones: recibir y dar, fundamento mismo del seguimiento del creyente fiel de la cábala. La palabra hebrea kabalah significa recepción, lo que se recibe de…, aquello que es recibido. Robert Brandwayn recibe en sus manos los materiales de la memoria vital familiar (fotografías, documentos, cartas, postales) como legado. Esa será su cábala, su recepción, con la que debe construir lo que dará implicación hermética a los significantes de autoconstrucción de sí mismo y de construcción de la obra que dar desde lo recibido.

Según  símbolos cabalísticos y letras existenciadoras que le son propias construye los vínculos en algunos de los aspectos del estilo que le permiten revelar y resguardar el secreto de acuerdo a la materialidad de sus propios significantes: BRAND es sello, en inglés, marca, que encaja perfectamente con la creación de la singularidad estilística como sello individual de la materia y con la que le dará forma a esa totalidad material de lo recibido. El será propiamente el sello singular del estilo que debe crear y seguir en la continuación de la línea de la estirpe a través del otro significante en inglés que marcará la vía del linaje: WAY, la vía, la calle, la avenida, los senderos de la creación desde la Torah y de la kabalah.

En ese legado será necesario resaltar el sentido integrador de acuerdo al sentido vinculante de sus letras existenciadoras que son las mismas del génesis según el Verbo: superar oposiciones al tener la letra principial b (beit) y terminal t (tet), pero también la letra intermedia del alfabeto la n (nun) en su patronímico Brandwayn. Como letra intermedia en la mayoría de los alfabetos, su significado implica la reversibilidad y la unión de contrarios, la superación de contradicciones que justifica simbólicamente la creación desde el punto de encuentro de la imagen entre el cuerpo y la letra en la textualidad del estilo.  

La expresión fotográfica entra dentro de esas contradicciones por superar, puesto que los textos sagrados hablan de un imaginario de visiones y de los sueños, no de imágenes tecnológicas o fotográficas. Me refiero al efecto que puede producir la visión de los antepasados fotografiados que removieran antiguas amenazas y vínculos afectivos, imposibles de traducir bajo la sola representación tecnológica de la fotografía. Ante la insuficiencia expresiva de lo fotográfico, el artista recurre a procedimientos de la tradición cabalística integrándose al arte contemporáneo, con técnicas sintéticas o integradas, para crear un estilo donde lo que refleje la impresión fotográfica pero se transforme en la refracción de las visiones de una impronta mística y psicológica que no puede reflejar la realidad referencial de la fotografía.

El trabajo del estilo puede ser también sacrificial y comienza con una aparente agresión de lo fotográfico con un metafórico punzante “estilete” que rememora el cuchillo de los inmoladores del templo, de manera que punzar y rasgar lo fotográfico, se convierte en acto sacrificial y sacerdotal para negar la representación, anularla para sellar la materialidad fotográfica con el estilo y traducir en ella los símbolos que los preceptos cabalísticos dan a las visiones.

Queda a cargo del intérprete o de quien haga la lectura de las imágenes veladas entre fotografía y pintura de Brandway, encontrar el espacio simbólico donde se integran la universalidad-singularidad- universalidad del inicio que pueda dar el lector el impulso de buscar en el imaginario propuesto por las obras expuestas, el origen del velamiento de la imagen como vestiduras del cuerpo de quien crea el texto. La revelación del secreto textual es una develación: apartar el velo para ver una parte oculta o para una mejor escucha del secreto de lo que el texto nos dice.

Y es aquí, en el punto central o punto de encuentro y de síntesis, donde todo se posa en el lugar apropiado, ese que ha encontrado Robert Brandwayn en los símbolos de sus letras existenciadoras.

Entre todos los procedimientos que me interesa plantear en la transformación simbólica que se logra a través de la intervención de las fotografías en base de la elaboración intertextual y clave de interpretación del velamiento del estilo, encuentra las líneas de la interpretación de la escritura según la cábala:

Vean: la oscuridad, es lo negro de la Torah (las líneas escritas)  y la luz es el blanco de la Torah (lo que se lee entrelíneas). (Zohar 1981, Verdier, p. 133).

Los invito a entrar, a través de los símbolos, al proceso de una lectura que busque los procedimientos de la creación y que permita apartar el velo del estilo para ver en las lecturas de las entrelíneas de las imágenes el perfecto acuerdo entre las letras existenciadoras y el cuerpo significante que refractan las letras y las imágenes de Robert Brandwayn.

Víctor Fuenmayor

Caballero de las Artes y de las Letras de la República Francesa,

Miembro del AICA y Doctor en Semiología (Universidad Paris VII)

Maracaibo, 17/03/2017